Me gustan tus manos,
dijo con los ojos cerrados,
como quien quiere escapar a otro mundo.
Con la boca abierta ,
cómo quien invita al cielo
a vivir en sus entrañas.
Me gusta como se sienten tus dedos.
Yo no la tocaba ,
ni con las manos
ni los dedos.
Por Diego Julio.
Me gustan tus manos,
dijo con los ojos cerrados,
como quien quiere escapar a otro mundo.
Con la boca abierta ,
cómo quien invita al cielo
a vivir en sus entrañas.
Me gusta como se sienten tus dedos.
Yo no la tocaba ,
ni con las manos
ni los dedos.
Alétheia (del griego antiguo: αλήθεια [alētheia] 'verdad') es el concepto filosófico que se refiere a la sinceridad de los hechos y la realidad. Literalmente la palabra significa 'aquello que no está oculto, aquello que es evidente', lo que 'es verdadero'.
Anoche soñé con Cecilia, años después de su muerte, justo cuando la marea del olvido había arrastrado su nombre hasta un lugar donde mi memoria ya no hacía pie.
En el sueño la visitaba a un hospital psiquiátrico, era de noche y ella estaba en la terraza de un gran edificio, sentada en una silla de plástico fumando sus Camels. La terraza era protegida por unas rejas de seguridad de gran altura, contenían al cielo nocturno como en una red, y algunas pocas estrellas parecían peces que se asomaban en un mar quieto y negro.
Me veía llegar y se levantaba la remera, no tenía corpiño, el hueco entre sus pechos y el aura de mujer que proyectaba desde su vientre me invocaban. Sonreía como en esas mañanas de ansiolíticos, tostadas y café instantáneo con leche que le preparaba en el microondas. Estaba en paz, una paz química, pero paz al fin.
Con dos dedos tapaba sus diminutos pezones y sonreía. Nadie nos miraba, los demás internos eran extras que simulaban estar teniendo conversaciones mudas, su piel era un país, y cuando me abrazó Dios vómito océanos, caballos y planetas enteros, que caían desde la oscuridad , hacia la nada misma en una catarata dorada .
Le bajaba la remera y ella se la volvía a subir diciéndome que tenía calor, sentí que todos ya la conocían, que todos ya habían probado su cuerpo, la textura de sus labios, la temperatura del agujero de su culo, el sabor de su sexo.
Tenía la mirada serena y medicada, el pelo negro, largo y lacio que caía como un pesado telón sobre su nuca donde se escondían los aromas de una selva en la que me extraviaba, y era secuestrado por tribus caníbales que me cocinaban lentamente, para devorarme de a bocados . Y en cada mordida había una lágrima caliente, acompañada de una sonrisa eléctrica y una patada en la sien.
Me desperté sin sueño, con el alma empalagada de una miel amarga . La mire por última vez antes de volver a este lado de la consciencia, a la cama, la mesa de luz y el despertador programado para sonar dentro de dos horas, cuando tenga que ir a despertar a Juana para llevarla a la escuela, durmiendo con otra mujer al lado mío, una extraña está noche, una vagabunda que duerme sobre la caja vacía de un lavarropas con la boca entreabierta. La habitación es una pesadilla, los números digitales del reloj despertador son cuchillas que desgarran la ilusión de volver a tenerla frente a mi aunque sea unos segundos eternos.
La mire por última vez , justo cuando me di cuenta que estaba soñando, ella tenía los ojos cargados de lágrimas y arrepentimiento. Se saco la remera y camino perdiéndose entre la multitud de enfermos mentales sin volver a girar para despedirse. Llevaba tatuada en la espalda la palabra Aletheia, y de a poco se iba quedando desnuda como la verdad, que siempre está desnuda .
Cecilia.
El enano de los cuarenta y tres millones de seguidores, dispara una ametralladora vestido de Pikachu y todos lo adoran. Todos comparten el vídeo del pequeño hombre con cara de bebé, tirado en el piso junto a una Uzi humeante llorando de la risa en su traje amarillo. El, sentado en su pequeño inodoro en la soledad de un domingo por la tarde observa en su teléfono celular el vídeo mientras una lágrima caliente le atraviesa sus mejillas rosadas.
La morocha con el pelo planchado de la webcam, con los labios apretados como el pico de un pato, abriendo las fosas nasales y metiéndose una banana en el culo mientras fuma cigarrillos rubios para un escocés que le paga en moneda extranjera. Horas más tarde pasea por el zoologico municipal con su sobrinito que le pregunta si pueden ir a comprar bananas para los monos que van y vienen aturdidos, en una jaula oxidada por el tiempo .
La fila de imbéciles que pagan fortunas por un vermouth obrero en un barrio de vidrieras y muecas falsas de selfies. Todes, arreados por las modas, las pandemias, y cualquier otra cosa que termine en diseño. Alguien tiene que diseñar su vida por ellos. Y su muerte.
Los movimientos sociales con los calzones cagados acampando frente a la casa de gobierno, y los políticos haciendo sombras chinescas en la oscuridad. Banderas, cumbia, humo de chorizos, gaseosa de segunda marca, vino en caja. Estampitas, ataúdes de madera de pino, y restos de plástico y cartón que trae el viento sobre las lápidas en un cementerio del conurbano.
Los millonarios, sus prolijas vidas ordenadas, perfumadas y traumadas. Alienados, en sus autos caros que huelen a bronceador, haciendo Kite surf, snowboard, snorkel y equitación. También, haciendo fila, otra.
La clase obrera viajando con los ojos rojos, en trenes repletos, con las butacas tajeadas como sus sueños. El silencio lo destruye un coro de vendedores ambulantes, mientras el tren se pierde donde se apila la basura, junto a las vías de una estación que debería llamarse destino.
El dj del momento, los vendedores de fórmulas mágicas, los sabios que inventan muertes artificiales, más higiénicas. Los gamers, las lesbianas que se casan por iglesia y se van de luna de miel al Vaticano a besarle la mano al papa.
Los terraplanistas, los militantes de la vacuna, los negacionistas, los que nacieron en el cuerpo equivocado y van a morir en el cuerpo equivocado cómo quien nació en Burzaco pero sueña con morir en un chalet de Montreal mirando los picos nevados.
La identidad y tu lista de Spotify, la gente que hace cola en las farmacias y los supermercados, la población uniformada con un disfraz a medida. Los gurues y sus fieles, los que se preguntan que hay, que hubo y que habrá. Los que son presente, ahora, nunca.
Los nadie, yo, carne podrida punto com.
El guante donde esconde la huella el asesino,
que como el olvido,
Una puta con Alzheimer , enamorada de cada hombre y de cada uno de sus bienes materiales.
La enfermera del psicopata, la mucama de los ricos.
La ex de todos, la única, la peor, la más famosa que la muerte .
Gastada y besada como la estampita de un santo en las manos del enfermo terminal.
Una pila de huesos pudriendose en un ataúd enterrado dos metros bajo tierra, la identidad que acepto verdades como si fueran ciertas, tallado sobre el mármol tu nombre en una larga fila de muertos, de nadies, de nada .
Pude volver a cocinar berenjenas al escabeche sin llorar, y encima llueve. Desde que me aleje de Luis y dejé de espiar sus redes sociales, es la primera vez que no lloro en un día de lluvia. Fueron cuatro años absurdos, me deje seducir con su forma de vestir y la manera en que sonreía. Eran sus épocas de adicto, trabajaba en una inmobiliaria y fue quien me alquilo el monoambiente sobre la avenida Triunvirato.
Yo sabía que el tenía un romance con la esposa de su socio, heredera de un imperio inmobiliario , pero supuestamente el día que me conoció e hicimos el amor sobre el parquet recién lustrado de mi futuro hogar, ese día , nunca más volvió a ponerle un dedo encima. Yo la odiaba a ella, veía los carteles de alquiler y venta en todos los barrios, su nombre y apellido en todas partes. Ella era tan víctima como yo, porque el le envíaba a ella los mismos links de YouTube, las mismas canciones de amor. Y lo sabía porque una noche la contacte via facebook, y hablamos durante horas de el. Con rabia , con deseo y dolor, nos tuvimos la lealtad de los enemigos. Pensaba si el también tomaba merca cuando estaba con ella, a mí no me gustaba que lo haga, pero ya era parte de él, un hombre roto. Al principio me decía que era solo uso recreativo, pero después me di cuenta que era un adicto, y fue corriendo mi límite, cada vez más lejos . Una vez me pidió que lo penetrara con un pene de plástico, y después fueron como mil más , diferentes penes de distintos tamaños y texturas. Mi preferido era uno de color fucsia, era perfecto, yo me sentía un robot hermoso, de carne y látex, del color de la piel de un humanoide. Le pedía que me llame Dex, en vez de mi nombre . Dex soy tuyo, soy tu esclavo, tu juguete, Luis devoraba con su culo mi gran verga de latex fucsia. Y eramos inmortales.
Aunque nuestra relación estaba basada en el miedo y en la inseguridad, el mal amor era sólido como una roca en el fondo de un oscuro océano. Éramos dos idiotas creyéndonos importantes, únicos, semidioses. Yo accedía a cada uno de sus caprichos, hasta que eso ya no era suficiente y el lloraba en mi regazo pidiéndome perdón . Pero yo había tirado por la ventana del auto los agnolotis negros de salmón ahumado, harta de escuchar sus mentiras, de saborear la cocaína en sus besos y ese sabor a lubricante de preservativo que tenía cuando se la chupaba. Luis era un monstruo y yo era su escudo humano, el iba por el mundo heteronormativo paseando con su novia de la mano, preparando asados y bailando cumbia bajo el sol, haciendo esas cosas que hacen los hombres normales, hablar de fútbol y lavar el auto durante horas. Vaya una a saber que historias retorcidas ocurrían a mis espaldas, cuando desaparecía, cuando se encerraba durante días de insomnio a volverse una estatua a la que se le caen los mocos frente a la play station. Quien lo abrazaba en esas noches, quien lloraba en silencio junto a su cuerpo dormido con la concha empapada, contra el agujero dilatado de su culo roto. Pero yo, terca, programada desde mi infancia por esas novelas románticas, y esas películas estupidas de amor, le hacía collages con revistas viejas, y proyectaba viajes que nunca sucedian , mientras el dormía interminables noches, después de una semana en estado de vigilia. Esto no era lo que soñe, y ni siquiera sabía que era el principio, de todo lo peor que estaba por suceder . Con el tiempo él fue perdiendo la cabeza, y yo mi cordura. Luis fue corriendo mis límites, todos los días un poco, como un pastor que hipnotiza con las palabras a una niña que nunca encontró la fé. El decía que me amaba, me decía baby, pipi, cosita, amore, bella. Siempre alguna comida rica nos esperaba y la cama lista para hacer el amor. Una vez encontré las sábanas manchadas, unas gotas marrones y secas de mierda. Yo pensé que el habia estado engañandome en su propia cama, y no dormí en toda la noche. A la mañana siguiente pregunté, y me dijo:
- Dex, no seas celosa, el culo sucio lo debes tener vos. No estuve con nadie, ayer a la tarde dormí una siesta con el juguete . ( Así llamaba Luis a mi hermosa pija de plástico fucsia ) Tengo que lavar las sábanas.
Que imbécil fui. Adicta al mal amor. Solo dios sabe a quien pertenecia ese rastro marrón que había quedado a los pies de la cama. Busque pelos en la pileta del baño y en la bañadera, algún pedazo mínimo plástico del envoltorio de los preservativos, alguna pisada que no me pertenezca, un rastro.
Se ha romantizado la palabra violencia con el término " tóxico", paradójicamente suena violento decir que una relación es violenta.
( Continuara )
La portera de mi edificio se llama como alguien que quise mucho, le faltan algunos dientes y se esta quedando pelada .
Me dijo ayer mientras lustraba el espejo del ascensor que no tiene ni para cigarrillos, que le tuvo que comprar la guitarra eléctrica al nene que estudia en el conservatorio pero que a el le gusta la música pesada .
Yo prepare ñoquis caseros, hice de mas, así que los que sobran los meto en un Tupperware y se los llevo.
Ella abre la puerta ,me agradece y se emociona , puedo ver a su hijo mirando el noticiero, pálido, con una remera de Slayer, lleno de odio y ansioliticos por ser el hijo de la portera y vivir en este edificio de mierda.
Me dice hijo, me dice que soy buena gente , yo me regocijo en toda su alabanza, me escupe algo diminuto en el pómulo, creo que es un pedazo ínfimo de maní que ella venía masticando. No quiero pasarme la mano por la cara, pero lo siento húmedo y pesado ahí, como si fuese una mosca cagando en mi cara, un pedazo de mierda fría , me imagino en mi baño lavandome la cara con jabón y todas mis fuerzas, con los ojos ardiendo llenos de espuma y yo tanteando en la oscuridad de mi momentánea ceguera por una toalla, y extendiendo mis manos encuentro dos tetas enormes como la cabeza de un dogo , es ella, la portera.
Vuelvo a la tierra, sigo ahí, en el marco de la puerta, parado, sin escuchar nada, ella llora no se porque, me invita a pasar, le digo que no, insiste, cinco minutos, el hijo gira su cabeza y me mira a los ojos, es un vampiro con acne y un leve retraso mental. Ahora el insiste que pase.
Un porro y te vas, dice.
La portera sonríe cubriéndose la boca con las manos, un porro y te vas, insiste ella.
Como un porro? Fuman porro?
Doy un paso, pido permiso, y una vez dentro del departamento que huele a perro mojado , me siento atrapado y me arrepiento de todo, de los ñoquis y de haber nacido.
(Continuara)
Todos los para siempre rotos
la eternidad momificada
en un beso.
Oh repugnancia de lo eterno!
Por ahora,
sigo acá,
y nada espero.
He visto al sol
hacer su truco
su metáfora mecánica,
su juego.
-Lo único definitivo es la muerte, dijo.
Y yo:
- Suerte con eso .
Envolví el saco gestal en papel higiénico, ella salió del baño corriendo, dejando el coágulo gris parecido al capullo de una mariposa en el fondo del videt, parecía el escupitajo de un Dios canceroso.
Fantasea con ella durante tres dias seguidos ,
la piensa a cada hora como a un Dios
Lucía habia sido una unidad biológica programable ejemplar. Algo quedaba de su belleza, algun rastro artificial de magia, como el reflejo del atardecer en los ventanales espejados de un rascacielos.
Supo de niña que era diferente al resto, no solo de sus compañeros y compañeras de escuela, sino tambien de los adultos. Habia algo en su mirada, en su voz, en la forma de manipular las cosas, de decirlas.
Los alienígenas lo sabían, su energía era un manjar, fue creciendo, y al entrar en la adolescencia se volvió tan única, que hasta su padre la deseaba. Ellos eran una simbiosis inconsciente, un día él le pidió el divorcio a su madre y se fue a vivir al sur del país con la excusa de haberse enamorado de otra mujer. Mentira a medias, porque Lucía a pesar de ser adolescente tenía un cuerpo y una forma de moverse que iba dejando una estela dorada en el camino. Esto tambien lo sabían los extraterrestres que se disputaban su dulce néctar energético (en la granja humana, su hipotálamo era la manzana más deseada )Habíamos tapado con nuestras sombras hasta el brillo de la última estrella. No había más que pilas de escombros en el alma, y un sabor metálico a sangre en los besos . Eras la unica persona normal de la fiesta y en el espejo del baño éramos un león y una gacela criados en cautiverio.
Me preguntaste que te haría, y te respondí usando mis manos, mi boca, y aquellas partes de mi cuerpo que estaban olvidadas.
Pero ni los restos quedan, y las programaciones familiares se perpetúan en los megapixeles de una imagen digital, una sonrisa, un pezón, el fascismo genital de un poder vacío, intrascendente.
Confesemos nuestros deseos como si fuesen chistes sobre fantasmas, para morir sin miedo, con ánimo de amar.
La era del individualismo, el fin de las ideologías, el imperio del narcisismo. No quedan revoluciones, conocimos otros mundos que ya no existen y definitivamente este es un espanto. No quedan más aventuras en esta tecnocracia tan cómoda, tan controlada, espiada y vouyerista . El pensamiento colectivo ha muerto, los políticos son títeres, hasta los más atrevidos tienen documentos que los avalan y a la sombra de los estandartes donde mueren sus slogans, cavan sus tumbas en el ciberespacio.
Es tan hermoso morir en manada, en pandemia, en silencio. La nueva normalidad esta tan enferma como todas las demás. Por suerte las ultimas noticias son tan falsas como las promesas de amor que nos hicimos ayer, hace siglos.
Aborto para toda la raza humana, y vasectomias con descuento, solo queda por quemar esta selva, hasta atragantarnos con sus cenizas.
El planeta del amor esta cubierto de piedras,
de diferentes tamaños y formas.
Hay rosas de color rojo llenas de espinas,
que cuelgan de tallos
fuertes como nudillos,
y se ven las estrellas muy lejanasLos chicos ricos peronistas tienen el escudo peronista hecho en luces de neón en la pared del loft , y combinan muy bien sus ropas que nunca pierden su color original. Bailan y consumen drogas, hablan de abusos sexuales en la infancia y de lo hermoso que es nadar en Bali. Son bellos traidores, y en la pista de baile reparten frutillas en una bandeja de plata, y líneas de cocaína que se humedecen en un jugo rosado. Es la mejor fiesta del año, la gente se desnuda y hacen el amor sobre el piso de madera de algun bosque chaqueño, mientras yo acaricio al perro que observa la escena moviendo su cola . Es una gran montaña de gente que necesita sentir algo mas que el perfume de sus fluidos, y todo es un documental absurdo del National Geographic. Los chicos peronistas de zona norte, con un velero que los espera siempre amarrado en el Yacht club, que les dejo un bisabuelo que mando al matadero a varias generaciones de obreros.
Bailan otra vez vestidos, nadie se ama, la ecuación del porqué nunca queda inconclusa, y sus corazones piden otra dosis más para volver a latir.
- Todos somos capaces de matar, en determinado contexto, dijo mientras buscaba un cuchillo para defenderse en el cajón de los cubiertos. Escuchamos muchas puertas de automóviles cerrarse en la calle, y despues se hizo el silencio. Nos escondimos dentro del tanque de agua en la terraza, y la noche era perfecta.
Flotabamos muertos de frío, como si ese flotar fuese lo último bello que nos iba a suceder. En mi mente sonaban orquestas, que musicalizaban mis pensamientos, los lugares más comunes que nunca antes recordé :
. Una galletita con forma de pescado.
. Una camisa de mi madre y un bicho bolita atascado en una bombilla.
. Una eyaculación sobre la tierra, en una casa abandonada.
De golpe ella interrumpió mis pensamientos y me pregunto en un susurro:
- ¿ Qué queres que diga tu tumba ?
- Estaba vivo cuando el tiempo se detuvo, respondi susurrando.
Me senté en una silla junto a la cama a observarlos, como un escultor a sus modelos , un fantasma contemplando lo absurdo de estar vivo . Hacía frío en la habitación. Ámbar sentada en el suelo junto a la estufa, ojeaba el diario del día anterior, llevaba solamente la parte de abajo de una bikini celeste y la piel de gallina le cubría los brazos. Me gustaba el lunar que tenía sobre la comisura de sus labios, y sus ojos azules irritados por el polen que había traído el viento de la primavera. Su mejor amiga se enroscaba entre las piernas de Diego, su esposo, y ella cada tanto levantaba la mirada del diario para mirar en silencio la escena. Yo quería acercarme a preguntarle al oído como se sentía, sobre la cama ellos ignoraban a la muerte al menos por un rato, pero no lo hice. Era más estimulante mirar a sus ojos azules irritados sosteniendose en el vacío que dejan las palabras en su ausencia.
Se puso de pie y se unió a ellos, eran tres tratando de ser uno, y a un metro de distancia yo seguía completamente vestido observando todas esas cosas que a simple vista no estaban ahí.
Ámbar y Diego se besaban, ella tenía un tatuaje con el nombre de él cubierto por un moreton de sangre azul en la parte interna de uno de sus muslos. La otra se alejó y haciendo la mímica con sus labios me dijo sin emitir sonido:
- No puedo.
Se acercó hasta mi , dejando a ellos en la cama, desnudos y poseídos por el amanecer que empezaba a filtrarse por las ventanas. Me apoyo una mano en el hombro, y me susurró que se iba. Salió del cuarto y yo me puse de pie, para acostarme junto a ellos, sin quitarme lo que llevaba puesto,ni siquiera las botas. Él estaba sobre ella, penetrandola a cuchillazos ,apoyé mi mano a la altura del corazón de Ámbar, sólo para sentir como su sangre era bombeada al resto del cuerpo, ella hundió su cabeza en mi pecho, restregando su cara contra el calor de mi saco de lana. Deje que mis dedos se deslizen por sus costillas y la besé. El me miró fijo, por unos segundos se quedó inmóvil, sonrió y les dije:
- Si yo fuese un alienígena, me quedaría a vivir en este planeta.
Afuera, el tránsito del Lunes empezaba a escucharse en la avenida, una vez más.
En la fila de la caja del supermercado, mi esposa, quien fue mi novia en la adolescencia, me acaricia el cuello al mismo tiempo que agarra un manojo de paquetes de chicles sabor frutilla. Demasiados. Va muy mal vestida, lleva una media de cada color sobre el ruedo de un pantalón de jogging gris manchado de café. Nuestro hijo se acerca con una réplica de Wilson, la pelota que coprotagoniza la película " Naufrago" junto a Tom Hanks.
- Papá, te amo, pero Wilson me necesita .
Dejo de mirar a mi mujer acumulando paquetes de chicles en el chango, alrededor nuestro todo es berreta, todos los productos son de segundas marcas: las galletitas, los detergentes, las gaseosas. Mi hijo patea la pelota hacia el interior del supermercado, le pido que no haga eso, y chequeo a la cámara de seguridad que apunta hacia nosotros con su luz roja titilante. En ese momento me doy cuenta de todo: estoy soñando. Me paro justo debajo de la cámara y grito:
- ¿ Qué clase de sueño es este?
Un empleado del supermercado se acerca y me indica que el supervisor esta en camino, lleva una gorra roja con la palabra Amor dentro de un círculo blanco, debajo de la palabra se lee en inglés: consume and die, aparentemente es el logo de la empresa. El supervisor es un hombre alto, de ojos verdes y vestido con un traje entallado azul, camisa blanca y corbata haciendo juego:
- Buenas tardes, soy el director de este sueño, mis asociados me informaron que estaría teniendo una queja.
El empleado asintió apoyado en su trapeador. Yo me quede en silencio observando mis manos, mi esposa y el niño ya no están ahí, el chango esta a tope de paquetes de chicles sabor frutilla de segunda marca.
- Ud quiere despertar, me dice el supervisor al mismo tiempo que una mujer en topless trae en una bandeja un pollo al spiedo en una fuente. Él arranca con precisión una pata y la muerde sin dejar rastros de grasa en sus labios.
Le respondo que sí con la cabeza, mientras veo a la chica del pollo alejarse moviendo el culo exageradamente.
- No hay problema, dice, pero va a tener que pagar por esos chicles.