Tuesday, November 28, 2017

Santa Lucía ( extracto de la novela VACACIONES EN AMSTERDAM)

Voy en el subte , el resultado del análisis de sangre dio no reactivo. Un niño que simula una renguera poco creíble me da una estampita de Santa Lucía. La imagen de una mujer sosteniendo un par de globos oculares en una bandeja dorada, como si esos dos ojos fuesen una ofrenda divina.
Pienso que estoy sano, y que Cecilia también, o no, quien sabe. Estoy sano, y me siento mejor persona por eso, una sensacion miserable me invade, los bellos ojos de Santa Lucia me miran con desprecio.
Quisiera tener sida o cáncer, algo que me haga mejor persona, o no, quien sabe.
Toda esa gente que esta muriendo en estos mismos instantes, personas que se limpian el culo y comen papas fritas de la bolsa como cualquiera de nosotros, un monton de gente se está por morir en estos días, y lo saben, lo sienten en los huesos, en la piel, alguien les dio fecha de vencimiento. 
¿Como no enloquecer ? ¿Como no hacer justicia y matar a un político, a un vecino hijo de puta, al jefe, a la maestra de la infancia? Prefieren pasar a la mortalidad como el pobre tipo que se murió mirando la televisión, después de comer dos duraznos al almíbar . La pobre ama de casa que se agarro cáncer de mama, dicen los vecinos, ni siquiera fumaba, era sana ella. Morir cobardemente mirando como gira el tambor del lavarropas.
Cada persona con una enfermedad terminal deberia ser un sospechoso, deberia ser considerado como un miembro de alguna agrupacion terrorista, pero no, ellos al igual que nosotros se pasaran los pocos dias mortales que le quedan haciendo los mismos actos inutiles de siempre. Comer, cagar, dormir, reciclar y tomarse una a una las pastillas que le queman los organos que pronto no serviran ni siquiera para donar a otro enfermo que espera el mismo destino.
Asi nos tienen, asi nos manipulan, obedientes, sumisos, creyentes. La fe como un ultimo refugio, la esperanza en los ojos de un bebe hambriento al que se le posa una mosca en el ojos y se alimenta de las pocas sales que le quedan .
Esta es la estacion en la que me voy a bajar, soy un hombre sano, una mujer arrastra en una silla de ruedas a un adolescente en estado vegetal y va dejando un reguero de meo en el camino, las ruedas se traban en el hueco que separa el anden del vagon. El adolescente deforme me mira y hace un sonido como el de un simio, la mujer le dice tranquilo Salvador, ya llegamos. 


Dicen que cuando era muy niña hizo a Dios el voto o juramento de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre (que era viuda), casarla con un joven pagano. Por aquellos días la mamá enfermó gravemente y Lucía le dijo: "Vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda. Y si la santa le obtiene la curación, me concederá el permiso para no casarme". La madre aceptó la propuesta. Fueron a la tumba de la santa y la curación se produjo instantáneamente. Desde ese día Lucía obtuvo el permiso de no casarse, y el dinero que tenía ahorrado para el matrimonio lo gastó en ayudar a los pobres.


Pero el joven que se iba a casar con ella, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que ella era cristiana, lo cual estaba totalmente prohibido en esos tiempos de persecución. Y Lucía fue llamada a juicio.

El juez se dedicó a hacerle indagatorias y trataba de convencerla para que dejara de ser cristiana.


Ella le respondió: "Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesuscristo".


El juez le preguntó: "Y si la sometemos a torturas, será capaz de resistir?".


La jovencita respondió: "Si, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor".


El juez la amenazó con hacerla llevar a una casa de prostitución para ser irrespetada. Ella le respondió: "Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal" (Santo Tomás de Aquino, el gran sabio, admiraba mucho esta respuesta de Santa Lucía).


Trataron de llevarla a una casa de maldad, pero ella se quedó inmóvil en el sitio donde estaba y entre varios hombres no fueron capaces de moverla de allí, la atormentaron, y de un golpe de espalda le cortaron la cabeza.


Mientras la atormentaban, animaba a los presentes a permanecer fieles a la religión de Jesuscristo hasta la muerte.


No pudieron llevar a cabo la sentencia pues Dios impidió que los guardias pudiesen mover a la joven del sitio en que se hallaba. Entonces, los guardias trataron de quemarla en la hoguera, pero también fracasaron.


Finalmente, la decapitaron. Pero aún con la garganta cortada, la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra "amén".


Aunque no se puede verificar la historicidad de las diversas versiones griegas y latinas de las actas de Santa Lucía, está fuera de duda que, desde antiguo, se tributaba culto a la santa de Siracusa. En el siglo VI, se le veneraba ya también en Roma entre las vírgenes y mártires más ilustres. En la Edad Media se invocaba a la santa contra las enfermedades de los ojos, probablemente porque su nombre está relacionado con la luz. Ello dio origen a varias leyendas, como la de que el tirano mandó a los guardias que le sacaran los ojos y ella siguió viendo.


Cuando ya muchos decían que Santa Lucia es pura leyenda, se probó su historicidad con el descubrimiento, en 1894, de la inscripción sepulcral con su nombre en las catacumbas de Siracusa. Su fama puede haber sido motivo para embelezar su historia pero no cabe duda de que la santa vivió en el siglo IV.


El nombre de Lucía significa "luz".


Es la santa patrona de la vista y también es de los pobres, los ciegos, de los niños enfermos y de algunas ciudades. También es patrona de los campesinos, electricistas, choferes, afiladores, cortadores y escritores.


Santa Lucía bendita: concédenos desde el cielo que nos envíe Dios sus luces para ver siempre lo que debemos hacer, decir y evitar, y hacerlo, decirlo y evitarlo siempre.


Se le representa llevando en la mano derecha la palma de la victoria, símbolo del martirio y en la izquierda los ojos que le fueron arrancados.






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