Se quiso ir .
Y esta bien. No se, de la nada. Se despertó, se sentó en el borde de la cama, me miro, sonrió y me dijo:
- Hoy comemos pizza.
Estaba contenta la ilusa, pensaba que era Sábado, los Sábados comíamos pizza. Eran rituales que teníamos en el monoambiente, yo me despertaba siempre antes, preparaba café, exprimía jugo de naranjas, tostaba el pan, mermelada, manteca, las vitaminas en grageas . Todos los días. Después una ducha, paseabamos a la perra, nos turnabamos un día cada uno, a veces hacíamos el amor, algunos quehaceres domésticos, almuerzo, siesta. Por las tardes bebiamos cafe en la terraza del edificio, subiamos por una escalera que esta empotrada a la pared hasta el tanque de agua, y ahi nos sentabamos a mirar unos atardeceres hermosos, el sol cayendo detrás de la torre de la central eléctrica, sobre la línea quieta de la autopista. Un tiempo suspendido en la nada, pero hermoso...
Después bajabamos los 15 pisos hasta el monoambiente en planta baja a la calle y mientras ella hacía sus ejercicios de yoga, yo miraba por la ventana el poco tránsito que pasaba, algún que otro camión de reparto y esos que transportan tubos de oxígeno, se me ponía la piel de gallina, el ruido del motor de ese camión me helaba la sangre. Se me caían las laıgrimas, pero yo no decía nada, ella no se daba cuenta. La perra si, se metía entre mis piernas, bajaba las orejas y alzaba sus ojos, no entendía nada la pobre perra, para ella era un eterno Domingo .
Cuarenta y cuatro Domingos para ser exactos.
Yo le respondí:
- No mi amor, pizza no. Hoy es Viernes, pizza nos toca mañana .
( esos pequeños rituales le daban otro sentido al encierro)
Me miro y me dijo:
- Creo que quiero volver a mi casa, extraño mis objetos, mis cosas .
Yo la mire, me rompió el corazon, no entendía porque su expresión de felicidad por creer que era Sábado y noche de pizza se había transformado en una mueca de desencanto.
- ¿Estas segura ? Mira que mañana habla el presidente y dicen que a la cuarentena la van a extender quince días más... .
- Sí, no te enojes.
- No, no me enojo. Hace lo que quieras.
Ella vivía en otro monoambiente en el centro de la ciudad. En un tercer piso con una ventana con vista a otro edificio, a ninguna parte .
¿ Quien le iba a exprimir el jugo por las mañanas?, me pregunte mientras ella enroscaba sus dedos flacos en un mechon de pelo.
- ¿ Seguro no te molesta ?
Le dije que no con la cabeza, le puse la correa a la perra y di tres vueltas a la manzana, en mi corazón todos mis yoes hacían fila para morir.
Cuando regrese, estaba parada debajo de la lámpara de la cocina, con la mochila en su espalda cargada con sus pertenencias y el barbijo puesto.
Me quite el mío, la bese sobre la capa de algodón blanco del suyo... y la maté. Un solo golpe de sartén en la sien, que sono como la última campanada del llamado a misa .
Todo lo que se llamaba amor era liviano como el remordimiento, todo envejecio rapido , el mundo se quedo quieto.
Me pusieron las esposas, no puse resistencia, la perra le ladraba a los policías, yo les pedí que le llenen el recipiente de agua que estaba seco . Un policia mas joven que el resto se encargo de hacerlo, resbaló con el charco de sangre, se cayo como un payaso en una pelicula muda, la perra salió corriendo a esconderse debajo de la mesa, los otros policías se rieron con culpa detrás de sus barbijos.
Me llevaron hasta el patrullero, sin que yo ponga resistencia, antes de dejar el departamento gire para mirarla por última vez, ella parecía más libre que la noche anterior.
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