Me enciende tu silencio,
esa leve brisa.
Cuando estás quieta,
meditativa
a la espera
como un árbol lleno de frutos,
en medio de un paraje desolado
esperando al peregrino perdido.
Prefiero el misterio, de la quietud de la noche, que hay en tus ojos azules cuando mudos miran todo.
Con el estruendo infantil de tu risa,
y esa bondad que ofrecen tus manos,
a este mundo roto.
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