Tuesday, June 30, 2020

La herida y el espanto.

¿Te acordas cuando atravesaste la puerta de vidrio del restaurante japonés?. Ibamos al mejor lugar del centro, a vos te encantaba, yo vendia marihuana solo para satisfacer tus caprichos, comíamos como cerdos y despues ibamos al cine a ver películas europeas. No me soltabas la mano, y nunca me besabas con lengua.
Yo no estaba enamorado de vos, solamente  te admiraba como a un animal extraño que adopte una noche. Eras fea, pero llevabas tu fealdad con una arrogancia aristocratica, eras una pobre desclasada que se llenaba el buche con sushi barato. Soñabas con conocer uno de esos viejos que maniatan a jovencitas a las que le eyaculan en sus rostros mientras fantasean con sus hijas, dueños de propiedades, gerentes, directores de museos. Alguien que compre tu dignidad  a un precio que justifique cada uno de los días que no ibas a despertar a mi lado.
Atravesaste el vidrio  casi sin notarlo , primero moriste de vergüenza, y despues de miedo, al verte cubierta de sangre. Te subi a un taxi y no te solte la mano hasta la ultima puntada que te dio el medico de guardia. Me mirabas fijo y temblabas como una gata a punto de perder su septima vida. Yo era un dealer de fin de semana, un musico fracasado, un idiota más en la sala de espera de algun judio adinerado que quiera esponsorear tu locura. No entendias muy bien eso que te pasaba en el estomago, cerca de la cicatriz que mas que un accidente, parecía la cesárea del hijo que nunca tuvimos.
En noches como esta, de luna apagada y silencio, me parece escuchar tu risa, que de a poco se vuelve llanto, ruego, lamento. Y si cierro los ojos te recuerdo hermosa como nadie te veía , joven, despierta.  Pero cuando los abro, tu ausencia lleva el perfume del olvido, el amargo sabor del desencuentro, el sonido del paso del tiempo arrastrando sus pies hacia la nada.

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