Desayunamos éxtasis y nos sentamos en el puente a ver pasar los pocos trenes que circulaban por la ciudad vacía, nos colgamos de él y toneladas de vagones nos pasaban por encima mientras aullabamos de felicidad. Estábamos drogados, es cierto, pero tambien caímos rendidos ante la ajena belleza de las flores y el mundo era nuestro. Comímos dulces, hicimos el amor y nos maravillamos con las cosas cotidianas. Paseamos por calles que nos pertenecían, y vomitaste sobre el asfalto mientras reias a carcajadas. Bailamos bajo la luna, mejilla contra mejilla, abrazados como hermanos siameses y todo se fue disolviendo con una leve electricidad en las yemas de los dedos.
Nunca más volvimos a ser felices como ese día.
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