A pesar de su edad se mantiene joven, tiene la espalda ancha y llena de músculos, una mirada negra donde cae su flequillo tupido, la boca enorme con una sonrisa encendida y las piernas de un espartano. Me recibe en bikini, me abraza, nos conocimos hace menos de un año en una convención para amantes de plantas suculentas y cactus en un hotel céntrico de la ciudad, yo había ido con una amante venezolana que tenía en ese momento, un romance absurdo, de esos que uno se inventa para olvidar otro romance absurdo. La venezolana se creía la gran cosa, era una mujer bella pero acomplejada por su estatura, vivía a la defensiva del mundo y no había nada interesante en ella, era como la mala programación de tv por cable un lunes por la tarde. De esas personas que parecen normales, pero que un comentario o una actitud las dejan desnudas y debajo de sus ropas no hay nada mas que desesperación y miedo.
Natalia me dijo que me ponga cómodo, su casa era una de esas viejas propiedades con habitaciones de techos altos comunicadas entre si y todas ellas dan a un gran patio lleno de cactus de todas las especies y un párral que daba una sombra aliviadora. Me dijo que me ponga la malla, le dije que no había traído, me miro con cierta decepción .
- ¿ Cómo no traes malla con este calor ?. Te dije que tenía una manguera y un patio para refrescarnos.
- No me gusta el sol , respondi.
Me miro asombrada y me pregunto si quería algo para comer, abrió la heladera y enumeró dos o tres frutas, me ofreció pan de salvado con queso untable. Le dije que no, que podíamos almorzar en un rato. Ella dijo que no tenía un peso, que ninguno de sus ex le había pasado la mensualidad, y como cada uno de los chicos estaba con su respectivos padres por el fin de semana , no había hecho las compras.
- Con suerte uno de los dos vuelve con plata, dijo y se río .
Natalia quería desarrollar una aplicación web para clasificar suculentas con sólo sacarles una foto, me invito a su casa para que la ayude con el concepto, en el fondo creo que lo único que quería era matar la soledad, y yo era uno de los pocos que todavía estaba disponible.
Le dije que también venía escaso de dinero, pero que había jugado un número a la lotería, y que si salía ganador, nos gastabamos todo el dinero en un buen almuerzo .
- No pareces de esas personas que les gusta el juego, me dijo con cierto tono inquisidor .
- Bueno, solamente apuesto una vez a la semana, es un ritual que comparto con mi padre, todos los Sábados jugamos al mismo número, el 11.
- ¿ Porque ese número?
- Mi tío, el hermano de mi viejo murió un Sábado, se descompuso en plena calle, era joven tenía menos de 65 años, entró en una farmacia a pedir ayuda pero apenas pudo balbucear un buenas tardes. Le dio un acv, llevaba en el bolsillo de su camisa un ticket de lotería había apostado al 11, 911 y 1911.
- No me digas que había ganado...
- No, no ganó. Pero fue lo último que hizo antes de morir , 17 minutos antes de quedar tirado en el piso de la farmacia .
- Que loco, que lindo ritual.
- A veces sale, la navidad pasada cayó justo Sábado, ese día no lo jugué, me quedé dormido, salieron las cuatro cifras 1911. El scotter que está estacionado en la puerta me lo regalo papal Noel.
Natalia gritó de la emoción como si ella lo hubiese ganado, faltaban dos horas para el sorteo matutino que empieza pasadas las dos de la tarde .
- Si sale vamos a comer sushi, dije, y estrechamos nuestras manos cerrando el trato.
- Estoy jodida, hay poco trabajo. Esta todo convulsionado, esperemos que cuando empiece el año lectivo la situación mejore. En verano es siempre así, pocos alumnos y con el sueldo de enfermera llegó a fin de mes haciendo magia.
- La situación esta difícil en todas partes, en cualquier momento nos meten un microchip en la nuca, todos usaremos el mismo uniforme y vamos a terminar consumiendo con un sistema de crédito que te insertan en el chip.
Ella estalló de risa, y se le marcaron los músculos bronceados de su estomago.
- En serio, agregué mientras sonreía . El fin del mundo ya paso.
- Yo estoy pensando seriamente en vender fotos mías desnuda en internet para ganar un dinero extra . ¿ Cómo me ves? , pregunto poniéndose las manos en la cintura y apretando los labios.
Yo la mire a los ojos y respondi:
- Me estás dando la razón, el fin del mundo ya paso. No lo hagas, te vas a arrepentir, se que muchas mujeres lo hacen, me da pena, la misma que cuando veo esas mujeres hacinadas en fábricas ensamblando teléfonos celulares, o Nikes, la explotación humana llevada al ritmo cardíaco. Si necesitas yo te presto.
Dejó de reír y me invito a conocer el resto de la casa, la había heredado de su abuela y la reciclo con sus propias manos . Entramos a su habitación, el aire acondicionado estaba encendido, la luz apagada y en la tv sonaba a todo volumen un vídeo de youtube con sonido de lluvia de la selva amazónica. Me llene los pulmones con el aire congelado y temble.
Ella se puso una remera con la cara de Keith Richards, se delineo los ojos con rimmel negro, y salimos a la calle donde todo olía a basura cocinada por el sol. Caminamos en la sombra buscando un kiosko abierto para comprar papel de armar, pero pasado el mediodía estaba todo cerrado, ella fumaba cigarrillos armados.
- ¿ Queres un Camel? , dije mientras encendía uno de los míos.
- No fumo esa mierda industrial.
- De algo hay que morir, respondí.
De lejos vi un cartel de una casa de apuestas, le sugerí de ir a ver los resultados. En la pizarra digital que da a la calle pudimos ver los números ganadores encendidos en rojo. El numero 11 brillaba en el primer puesto. Saltamos de la alegría, como quien festeja un gol, nos abrazamos e hicimos un pequeño baile, improvisando un himno al sushi.
Volvimos a la casa y nos refrescamos con la manguera en el patio mientras esperábamos al chico del delivery, ella me prestó unas bermudas floreadas de uno de sus ex. Tirados en las baldosas a la sombra sobre unos toallones, comimos como reyes, y despues nos quedamos quietos, callados, dormidos. Ella tenia algo del maquillaje corrido por el agua, se había quedado dormida, yo la miraba en paz, su pelo húmedo, sus pezones firmes contra la cara de Keith.
Ella despertó antes que yo, abrí los ojos y me miraba fijo, me dio un beso en la frente y extendió la palma de su mano, donde tenía una pequeña estrella de David de color rojo, del tamaño del boton de una camisa.
( continuará)