Los chicos ricos peronistas tienen el escudo peronista hecho en luces de neón en la pared del loft , y combinan muy bien sus ropas que nunca pierden su color original. Bailan y consumen drogas, hablan de abusos sexuales en la infancia y de lo hermoso que es nadar en Bali. Son bellos traidores, y en la pista de baile reparten frutillas en una bandeja de plata, y líneas de cocaína que se humedecen en un jugo rosado. Es la mejor fiesta del año, la gente se desnuda y hacen el amor sobre el piso de madera de algun bosque chaqueño, mientras yo acaricio al perro que observa la escena moviendo su cola . Es una gran montaña de gente que necesita sentir algo mas que el perfume de sus fluidos, y todo es un documental absurdo del National Geographic. Los chicos peronistas de zona norte, con un velero que los espera siempre amarrado en el Yacht club, que les dejo un bisabuelo que mando al matadero a varias generaciones de obreros.
Bailan otra vez vestidos, nadie se ama, la ecuación del porqué nunca queda inconclusa, y sus corazones piden otra dosis más para volver a latir.
Amanece y los pájaros anuncian con su canto la llegada de un nuevo día, y sus disfraces empiezan a arrugarse con cada nueva confesion.
Una mujer debajo de un sombrero parecido al de un pastor protestante me acaricia la mano mientras enciendo el último cigarrillo del paquete, sonrío por una regla implícita de convención social. Ella también, me besa el cuello, que seguramente huele al suavizante líquido en oferta que impregna mi camisa y se aleja soltandome la mano de a poco.
Ellos no usan transporte público, creen que el mundo es así, los ricos nacieron ricos y los pobres, pobres. Fueron criados en escuelas católicas y cuanto más al norte se elevan sus mansiones, más huele a la mierda del Opus Dei.
Ellos peronistas, aliados, inteligentes, bellos .
Yo no quiero pertenecer a su mundo, se que mañana despertare sólo en mi monoambiente revuelto, para afrontar la vida con cafe recalentado del día anterior, mientras alguien muere de un balazo por lo que cuestan dos kilos de milanesas de pollo, y las madres del patriarcado se abrirán de piernas para dar a luz a otro monstruo, sin ningún tipo de vergüenza.
Ni remordimiento.